La madrugada del domingo, 25 de octubre, entrará en vigor el horario de invierno y a las 3 de la mañana (hora peninsular) tendremos que retrasar nuestros relojes hasta las 2, lo cual nos dará una horita más de descanso dominical.
El objetivo principal
de este atraso de hora es el de reducir el consumo de energía y
equiparar el comienzo de la jornada laboral con las horas de luz
natural. Una costumbre que se aplica desde mediados de los 70 en aquella
primera crisis del petróleo. Esta medida no solo se adopta en España,
sino que se lleva a cabo en unos 70 países en todo el mundo. Japón es el
único país industrializado que no se ha adaptado aún a esta normativa.
Un poquito de historia
El origen del cambio horario se remonta varios siglos atrás, en concreto a 1784 cuando Benjamín Franklin, embajador por aquel entonces de Estados Unidos en Francia, envió una carta al diario Le Journal de Paris en la cual sugería a los parisinos algunas medidas de ahorro de energía.
Franklin
proponía imponer un impuesto a las contraventanas,racionar las velas y
despertar a los ciudadanos tañendo las campanas de las iglesias y
disparando cañones al amanecer, de acuerdo con su refrán: Early to bed, and early to rise, makes a man healthy, wealthy and wise que viene a significar básicamente Pronto a la cama y pronto arriba, hacen a un hombre sano, rico y sabio.
Sin embargo todas estas medidas no fueron tomadas en serio y no fue hasta 1905 cuando la idea reapareció con más fuerza de la mano de William Willet. Durante
su habitual paseo a caballo previo al desayuno, Willet se dio cuenta de
la cantidad de horas que dormían los londinenses durante el día. El
constructor publicó su idea del horario de verano dos años más tarde,
pero, para que no fuera tan brusco el cambio, Willet propuso
transiciones de 20 minutos semanales. Sin embargo esa medida nunca se
añadió por la complejidad que comportaba. No fue hasta el 30 de abril de 1916, cuando se aplicó por primera vez.
Fue en 1974 cuando la medida se aplicó definitivamente.
Fuente: N.T.
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